sentado en un búnker
...aquí, junto al muro
lunes, 25 de julio de 2016
Sonido ambiente
sábado, 5 de noviembre de 2011
Al despertar
Cuando desperté en aquel mundo desconocido todos se habían marchado. Casi antes de llegar a sentir la lógica curiosidad por entender lo que me rodeaba me invadió una sensación de arrepentimiento espesa, fulminante. Supongo que fue el resultado de haber cabalgado a ciegas a lomos de la locura en busca de un sueño, dejando atrás todo lo que hubiera valido la pena hasta entonces y que, demasiado tarde lo sabía, era en realidad aquello de que estaba hecho.
Pero dos soles amanecían casi simultáneamente en horizontes opuestos, y el impacto de tan absurda visión fue tal que por un momento pude olvidarme de quien hubiera sido hasta entonces. Y descubrí así, sin apenas percatarme de ello, que lo que considerara mi identidad había sido, en gran parte, una carga. Así pues, comencé a caminar con cierta liberación y, por primera vez a la luz del día, acompañado de dos sombras.
viernes, 14 de octubre de 2011
Un mal vuelco
miércoles, 25 de mayo de 2011
¿A las puertas de la solución?
viernes, 4 de febrero de 2011
Y es que héroes de los de mi quinta cada vez hay menos
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Y ya de paso, le dedico unas palabras. Porque tiene la curiosa habilidad de parecerte un capullo aunque puedas estar profundamente de acuerdo con él. Leer la mayoría de los artículos que escribe aunque, confieso, no he leído muchos, es como escuchar a Mozart en una serrería. Señor Pérez-Reverte, si no hiciera gala de esa arrogante estridencia en cada parrafito que escribe, sin mencionar la ya mencionada necesidad de escupir a la cara de quien ose incautamente leer sus reflexiones lo infeliz y leve que le resultamos las personas de a pie, entre las que quien más y quien menos trata de no confundirse gratuitamente con el fondo del paisaje sin, por lo menos, enseñar el culo de vez en cuando, sería usted un poco más legible. Pero supongo que esto, como da a entender casi siempre, es algo que no entra en sus planes, dado que el grueso de la humanidad le resulta detestable en su mayoría, como puede uno dilucidar a nada que se tropieza. Fin
sábado, 27 de noviembre de 2010
el valor de lo escaso
Pasaron los años y, al parecer, cuando el director de la película, supongo, se enteró de su historia, quiso llevarla al cine y, voilá, dicho y hecho, aquí la tenemos.
En la entrevista que hace algunos meses, cuando se estaba llevando a cabo el rodaje, les hicieron en Rne al protagonista de semejante aventura y al director que la va a llevar al cine, este último contaba cómo el primer día que Marcos, el muchacho-lobo ahora reconvertido en hombre-social, se encontró con los lobos que iban a formar parte del reparto de la película, éstos se abalanzaron sobre él y se prodigaron en achuchones y lametones múltiples. Era la primera vez que se veían, y las lágrimas que derramó el cuidador de los lobos en cuestión dan fe de que no era una reacción habitual en ellos.
Entre los humanos, tal y como nos conocemos, nunca, o muy rara vez en estado de sobriedad, hay tal efusividad al encontrar a un congénere con la única razón alegable de que lo sea. Es más, en la mayoría de los encuentros los humanos somos desconfiadillos en el trato, necesitamos un análisis detenido de ciertos puntos a tener en cuenta antes de mostrar ante nadie reacciones como la efusividad sin más, pues incluso un ataque inexplicable de este tipo en un semejante puede provocar nuestro rechazo y desconfianza.
No creo que los lobos sean especialmente destacados respecto de los humanos en lo que a liberación de emociones se refiere. Posiblemente, este tipo de reacciones se dieran más ente nosotros cuando aún no teníamos el planeta recorrido de cabo a rabo, y aventurarse por ciertas regiones era un ejercicio constante de añoranza de algún prójimo. A ese puñado de lobos no les costó reconocer a un semejante, a pesar de no haberlo visto nunca antes y de que éste se les acercara caminando sobre dos patas y, por lo demás, sin ningún detalle a simple vista que lo diferenciara del resto de los hombres, aunque obviamente a nuestro entender. Parece ser una ventaja de formar parte de una especie escasa en representantes, cuando no hay tanto donde escoger, se exige menos a la hora de admitir al nuevo como uno de los nuestros.
Hoy por hoy, en la mayoría de los lugares de este planeta al menos, los de nuestra especie hemos perdido la capacidad de sentir algo tan simple, tan puro y tan a flor de piel al encontrar a un congénere. ¿Para siempre? Eso es mucho decir.